Hace poco volví a escuchar que la mujer es una figura sumisa y
maltratada en todo el “tercer mundo”. Esto es cierto en la inmensa mayoría de los casos. Más allá de que moleste que mostremos
con el dedo “ése mundo” de cuya condición somos responsables, molesta que se deje de tomar en cuenta que aquí, en ”occidente”, muchos (que no todos) gozamos de derechos humanos básicos, pero también convivimos con abusos incontables y, si nos centramos en la mujer, comprobamos que su situación es distinta aunque no
tan diferente.
Sin llegar a abordar el maltrato, supongamos que en muchas situaciones del llamado primer mundo la mujer sigue siendo una figura sumisa. Probablemente a la sociedad le sigue
conviniendo que así sea, por supuesto. Pero también (y ya mencionando a mujeres con
cierto poder adquisitivo y/o derecho a elegir su postura,) puede que más de una mujer se niegue a quitarse “ese
halo” de misterio que la acompaña, vendido por las grandes marcas. Quizá para
muchas mujeres resulte más fácil seguir actuando discretamente en secundo plano
para llevar a cabo ciertos propósitos. Porque, de otra
forma, le sigue siendo honestamente difícil por momentos.
En más de una ocasión, en Europa se nos sigue tomando (o nos seguimos tomando a nosotras mismas) por idiotas.
Creo que esto deriva en gran parte de la
contradicción con la que nos bombardean en los media – concretamente, en la
oferta destinada al público femenino.
Venus y los Media
Si le echamos un vistazo a alguna revista destinada a la
mujer, del tipo
Cosmopolitan o Elle, nos topamos con un mensaje poco claro:
todos los artículos tienen por temática el
bienestar de la lectora. Desvelan trucos infalibles para sentirse más tonificada, relajada y por
supuesto más joven, llevando una vida más sana, resolviendo problemas de
pareja ("lo que ellos esperan de nosotras") o con la amiga
("exígele disculpas y dile que la quieres"), aplacando el estrés, superando obstáculos profesionales y
luchando por una vida sexual más satisfactoria, todo esto sin dejar de
afirmar que no hay por qué ser perfecta y que a los hombres en el fondo lo que
les gusta son los michelines.
Las revistas se las dan de mejores amigas. Mientras, te
hacen sentir ordinaria por no haber probado la postura
del lotus oblícuo con tu novi@ a la par que, en la página de en frente, te hacen vislumbrar
a la niña esquelética en bragas, fruto del PhotoShop; esa ninfa con superpoder metabólico desconocedora de la estría que parece flotar etérea en un mundo plasticoïde. Lo que todo hombre inmaduro y un tanto estúpido desearía, vaya:
una virgen pícara, sin pasado ni futuro, con cutis de ciencia-ficción y la
curva justa para que no impresione. Pero es que a los hombres también se les
tiende a tomar por estúpidos.
Estas revistas algo tendrán que vender. Belleza sobrenatural y seducción a
raudales. En definitiva: inmortalidad. Y de paso ganar pasta gansa. Bien. Supuestamente este es un país libre.
Con lo que me pregunto: ¿de qué van Elle y Donna? ¿De amigotas que saben lo
difícil que es convivir con el bombardeo mediático? ¿De abusadoras de imágenes
retocadas para que el público siga comparándose con seres irreales y comprando trucos para
parecerse a ellos?
¿Qué es ese cuento de la mujer liberada, si vivimos atadas a
un mundo en el que en cuanto una baja la guardia y se topa con un anuncio es la leche de difícil sentirse a gusto con la arruga?
No voy a divagar sobre lo que creo que estos mensajes poco sutiles han
generado en nuestro comportamiento sexual o emocional. En "occidente"
tanto hombres como mujeres se han logrado liberar de algunos (que no
todos) roles retrógradas propios del género, y es posible toparse con gente que, pese a lo difícil que es hacer oídos sordos ante semejante Imperio iconoclasta, se posiciona y hace (o intenta hacer)
lo que le viene en gana según sus principios.
Pero es curioso que el fenómeno de la anorexia y la bulimia – o de las imágenes
retocadas anunciando un simple sostén – se haya dado precisamente ahora
que la mujer se proclama "liberada".
Yo lo siento, pero las Pin-Ups, por muy machistas que fueran en concepto, me
parecen infinitamente más atractivas que las modelos de hoy en día, y al menos no iban de lo que no eran. A Marilyn se le conocieron celulitis y brazos flácidos: un
verdadero derroche de sensualidad. Eso sí que era una Venus respetuosa con el
mito.
Que aniquilen a esos insectos a lo Beckham o Moss y sus caras de inamovible mala hostia.
Monica
Belluci es un pivón que nos remite a
madonnas de "antaño", y ese peso
saludable del que tanto hablan en Cosmopolitan no aparece en las
fotos que publican.
La Venus mediática se decantó pues por la anorexia.
Desafortunadamente la mujer no es la única en padecer el bombardeo de imágenes vacuas. Puestos a recordar las figuras que en su momento fundaron la sociedad "occidental" - esta Mediateca -, constatamos que, a nivel mediático, la figura del "hombre" también ha sufrido sus cambios.
Resulta que Adonis vuelve a ser exclusivamente maricón.
Adonis - Dios afeminado
Siempre estarán de moda los tipos oscuros, feúchos aunque atractivos, a quien salvar de sus dolencias, el intelectual gafapasta y su parrafada
o el bueno del calvo con gran corazón. Son
hits de la humanidad. Pero los media nos siguen lavando el cerebro,
incansables, y Adonis, al igual que Venus, se está transformando.
El hombre mediático de hoy en día se las da de macho con aires aniñados, va
depilado de arriba abajo, se pasa media jornada en el gimnasio (no hay otra explicación) y mira a cámara con falsa inocencia. Un rostro
bonito es un rostro bonito, y pivones existen tanto de un género como de otro.
Pero a mí personalmente no me llama el neo-Aquiles.
Más contradicción: el nuevo hombre tiene que estar mazado, pues, pero
depilado también. Tiene que ser hombre muy hombre, por supuesto, pero con un lado
cándido afeminado que despierte instintos maternales. Se requiere un Dios del
sexo pero también de la ternura, se espera presencia elegante aunque sin dejar
de aparentar desenfado. El hombre tiene por obligación traer chocolate a casa
cuando la amada sufre del período (según el anuncio de Ausonia) a la par que
comprar la revista para hombres, para fantasear con la Miró en pelotas
anunciando el nuevo modelo de Mercedes.
Parece que el hombre aún no tiene que ser del todo Papá diez a la vez que
Amante diez, Cocinero diez y Ejecutivo diez, pero el bombardeo de los media afirma que se tiene
que ir acercando. Por desgracia.
Y, sintiéndolo mucho, me da que no todo hombre primer-mundista con dinero es
necesariamente homosexual – siendo el punto de mira de muchos de los anuncios de
Gucci o de Gaultier una homosexualidad masculina muy concreta: la del
yupie espectacular.
Los anuncios de Armani contrarrestan con la imagen que el resto de medios dan del chico gay, que a estas alturas aún no parece estar bien integrada en la cotidianidad televisiva. La figura de hombre gay suele ser secundaria y muchas veces grotesca en TV o en el cine comercial.
Ni todos los
yupies son gays, ni todos los gays son locas chismosas con pluma.
La Femme Fatale
La TV y el cine son otros espacios mediáticos de bombardeo salvaje que van pautando las reglas globales. Parece que firmar un contrato como actor "conocido" implica salir en pantalla, pero también patrocinar a diseñadores de moda y publicitar perfumes y relojes.
Hoy en día en Hollywood la Femme Fatale (que se afianzó como tal en el cine negro) ya
no es un ser dolido con ansias de venganza y sujeta a pasiones atormentadas -
una mezcla entre la bruja seductora y la niña abandonada que encuentra en el
Humphrey Bogart de turno al padre que nunca tuvo o al mago que la absuelva.
¿O sí?
En el cine hollywoodiense de género de los años 40 y 50, la Femme Fatale solía
ser un personaje secundario que terminaba muriendo en trágicas condiciones porque
la sociedad aún no estaba preparada para la figura “Fatale”, o bien renunciaba a su
"amor verdadero" porque Humphrey no podía asumir la responsabilidad
de una relación teniendo que resolver un caso.
Sin entrar en peliculones como puede serlo "El tercer hombre",
quizá uno de los mensajes que nos transmitían las películas de Hollywood de antaño
que incluyeran Femme Fatale se pudieran abordar de dos maneras:
1) una mujer que pretende vivir sin protección masculina, y que encima fuma
y lleva pantalones, no puede terminar bien.
2) la Femme Fatale (del cine negro) no debe esperar nada del protagonista,
porque desgraciadamente éste tiene otras prioridades mucho más importantes que
sus impulsos emocionales. Femme Fatale la caga por completo enamorándose de él,
abandonando así su voluntad de independencia y su convencimiento de auto-suficiencia,
por amor. Por eso muere; un castigo judeo-cristiano redime a la independiente
subversiva. Pero, si tiene suerte, antes de esbozar su último suspiro podrá
decirle a Bogart lo mucho que lo amaba.
Es decir, que la Femme Fatale del cine de los años 40 o 50 la palma como
cualquier personaje de Tragedia griega. Está sujeta al destino que los
dioses le han impuesto y no tiene el poder suficiente para cambiar el fatídico
desenlace que la espera.
Esto viene a explicar más o menos lo que en versión más moderna le sucede a
Trinity… claro que Trinity juega un papel clave en una saga con tintes
simbólicos clásicos.
En el caso de las películas hollywoodienses de esa época, la contradicción al ilustrar la situación de la mujer pudo deberse a que la mujer aún estaba buscando su
lugar social. Es decir, que se relataba a una mujer anclada entre dos posturas,
la de la hasta entonces conocida sumisión, y la de una nueva y total
independencia (despechada) con respecto al hombre.
Creo que en ése cruce es donde se sigue encontrando.
La Neo-Femme Fatale
La nueva Femme Fatale no termina de ser la Sigourney Weaver que se carga al
bicho que ha derrotado a una tropa de hombretones y termina
fusionándose con el enemigo en una cópula sugerida.
Quizá la Femme Fatale actual sea la mujer agresiva de carrera imponente,
capaz de sacrificar toda vida privada para llegar a ganar un sueldo equiparable
al de su compañero de trabajo: una nueva figura mítica de bruja, que tiene sexo
por placer, y que probablemente no tenga tiempo en su agenda para citas romanticonas.
Esta bruja moderna
vendría a ser la Sharon Stone de "Instinto Básico", que de hecho, si mal no
recuerdo sólo se sincera en un par de escenas: una en un sofá llorando cual
niña después de hacer el amor (único instante de flaqueza, para corroborar que
la tipa es humana), y otra tomando whisky en casa de su contrincante, única
escena en la que lleva puestos unos pantalones. El resto de la descripción del
personaje es puro juego manipulador, abuso de poder de seducción y
aniquilación de la testosterona. La Sharon redondea su personaje declarando en
una escena íntima que a ella no le gustan los niños.
Se dice que los estereotipos o las caricaturas se crean a partir de personajes reales que acojonan o chirrían. Ya sea por las posibles bajas de maternidad,
por desconfianza o (quién sabe) por celos hacia el poder femenino si éste se desata, en Europa la mujer aún no tiene
exactamente las mismas oportunidades ni el mismo dinero que un hombre en la
oficina.
Hoy en día mucho cine comercial gringo (o de pretensiones
gringas), hijo de la decadencia que lleva sufriendo Hollywood desde hace una
larga década, tiende a presentar a mujeres
"normales" con dilemas superables con los que sentirnos identificados.
Véase Catherine Zeta-Jones (mujer normal donde las haya) en "Sin
reservas", las
heroínas de “Saint Valentine’s
day”, o nuestra querida Bridget Jones.
La Bridget es una tipa
entrañable con los problemas de sobrepeso y de identidad laboral que tenemos
"todas", un personaje satírico, una versión de Sancho Panza actualizada cuya meta es
nada más y nada menos que encontrar al príncipe azul para casarse con él, con
traje-merengue incluido. ¡Toma mujer liberada! Soltera londinense asidua en bares de moda, con amigo gay y todo, y
literalmente desesperada por encontrar a su "otra mitad". Como en
Walt Disney.
Parece que así son las nuevas comedias románticas, género convertido en
femenino por excelencia.
Por comedia romántica se entendía películas de contenido y desenlace
"light", entretenimiento, espectáculo - que no insulto. Una cosa es
"Desayuno con diamantes" o "Arsénico por compasión", por
ejemplo, comerciales, en teoría respetuosas con la mujer de la época y catalogadas por
algunos como
romantic comedies, y
otra muy distinta, "Las mujeres", ("The Women", con Meg
Ryan, equiparable a "Because I said so" o "You've got an
e-mail", o...), catalogada bajo el mismo género.
Lo primero que me llama la atención es uno de estos títulos; “The women”. Ni
que fuera a comprender toda la esencia femenina en menos de dos horas de
material. No es la primera vez que se hace alusión a esta esencia en un título.
The women
"Las mujeres" (con, como ya he apuntado, la operada Meg Ryan) es
un perfecto ejemplo de lo que es hoy en día la comedia romántica: trata de
mujeres que quedan con mujeres, hablan de sus desperfectos y limitaciones,
sufren por un hombre (momento en que se hinchan a meriendas hipercalóricas
bajo la mirada crítica de la mejor amiga, aunque no han engordado un gramo tras
la elipsis de un mes de depresión) y que se recuperan del bache tras pasar por
una serie de pruebas que las convierten en
sexiest
women, más poderosas, más seguras de sí mismas y de sus compañeras. Más
Cosmopolitan.
Pero cuidado: la mala-malota (en este caso, la Eva Méndes) resulta ser un pivón de portada, un vivo ejemplo
de los consejos de susodicha revista aplicados a su cuerpo serrano, con
lencería ultra cara bajo la ropa de marca. ¿Cuál es el mensaje de este
personaje antagonista? ¿Que la mujer debe luchar por acercarse a la imagen de
la modelo de Cosmopolitan, pero sin convertirse en ella, para no olvidarse de sí
misma? ¿Es una mujer Cosmopolitan-"de verdad" una mujer mala-malota? ¿Se le
olvidaron los valores cristianos de la sociedad anglo-sajona al pivón más pivón
de la película? Me perdí pensando en la mala-malota. No entendí bien, vaya.
Pongamos que la conclusión de una película de esta índole sería que “unidas,
las mujeres se llevan mejor que enemistadas”, que el que un hombre te quiera
depende de tu auto-estima y tu apariencia (el resto no importa, ya que se da
por sentado que la protagonista tiene buen corazón), que si llevas demasiado
tiempo sin hacerte la manicura tú ándate con cuidado porque la infidelidad está
al acecho, y que qué bello ser mujer, porque somos comprensivas, cariñosas y
justas, aunque al resto del mundo (masculino) se le haya olvidado
todo esto durante el transcurso de los hechos.
Resumiendo: la evolución de los personajes y de sus relaciones dependen de
si el hombre está cerca, si quiere o no a la protagonista, o si se ha marchado
con otra. El hombre es quien define la trama principal: si te pone los cuernos
es que no estás sacando lo mejor de ti. Llamada a la aventura: ponte media
pila, nena, que Cosmopolitan dice que puedes hacerlo mejor.
También están las películas del mismo género, de guiones predecibles y
realización hollywoodiense, centradas en un hombre protagónico. En tal caso
suelen repetirse los patrones: la trama principal está sujeta al objeto de
deseo. La mujer.
Pero aquí debo hacer un inciso: el protagonista suele terminar sí o sí en brazos de una mujer (cosa que no sucede necesariamente con una protagonista, que puede terminar la película felizmente soltera). Si la mujer con la que termina el prota no es la mujer que le hacía la vida imposible al principio de la peli, es otro encanto de tipa a quien ha conocido a lo largo de la trama o a quien ha tenido en frente toda la vida.
Esta trama puede arrancar cuando el
protagonista (que suele ser Ben Stiller) descubre que su amado pivón le ha puesto los cuernos o desaparecido
con otro hombre. El prota tarda la
mitad del film en olvidar a "esa maldita" y la otra mitad en volver a
enamorarse de una mujer incapaz de semejante traición..
Parece que a Gringolandia le está costando perdonar a sus mujeres por
descuidar la manicura, y aún más por haber tenido un "desliz".
Hoy hay quien denomina "Femme Fatale" a mujeres del género de acción o de thriller. Si tiene las dimensiones suficientes para ser prota, la película es la misma de siempre,
solo que con mujer haciendo de hombre con ropa sugerente. Sin embargo, cuando Bond es
chica, la chicaBond no suele ser remplazada por un chicoBond,
sino más bien por un tipo enamorado y leal, buen mozo aunque tirillas o, si es
negro, un gran padre de familia que espera a la prota en casa cocinando en delantal.
Con protagonista femenina, el thriller puede tornarse en thriller
psicológico, o la película de acción, en "Los Ángeles de Charlie",
donde el hombre se ve remplazado por tres tipas (sobra decir que no podemos
hacer nada solas - ni ir al baño ni salvar al mundo, vaya) que luchan contra el
villano-villana bajo la mirada protectora de Charlie.
Claro que se trata de un remake de los setenta (aquellos eran "otros
tiempos").
Estas son anotaciones tomadas a la ligera, porque es infinito el tema de
búsqueda. Y es que hay muchas Femmes Fatales, relatadas desde diversos puntos
de vista en cine, cómics y movimientos literarios post-modernos. La Femme
Fatale son todas, y ninguna.
Femmes modernes
Yo me atrevería a decir que esa nueva Femme Fatale es la que pretende ser
toda mujer actual del primer mundo, más allá de su postura política o de su
concepción global de las cosas: la Mujer diez.
Mamá diez, Sexy diez, Profesional diez, Cocinera diez, Deportista diez,
Juvenil diez, Comprometida diez, y Largo etcétera diez.
En el mejor de los
mundos - aquél patrocinado por los anuncios en TV - una mujer corriente debe
levantarse de un salto de la cama a las 6 de la mañana para correr por un
parque luminoso hasta las 7, ducharse con geles que exfolien su
tersa piel, preparar un desayuno nutritivo para su sonriente
prole, besar sensualmente a su marido admirativo como entremés de lo que será
el polvete de esa noche antes de calzarse unos tacones y llegar despampanante a
una oficina donde trabajar duramente durante 10 horas seguidas sin que se le
corra el maquillaje ni le suden las axilas, donde no existen ni la
regla ni los catarros y donde una es encasillada en el rol de eterna cuarentona atractivísima y tiburonísima
de los negocios. Pero lo mejor del día aún está por llegar: faltan la compra,
concienciada, de productos saludables y sus mil paquetes por traer a casa sin
que se note el bulto, los deberes con los niños mientras se contesta, fresca
cual rosa, a los últimos e-mails, sin olvidar la copa de buen vino con el
churri que precede a un revolcón entregado entre las sábanas después de haberle
leído un cuento a los churumbeles y dicho lo mucho que les quiere.
Todos nos pasamos por el forro esta absurdidad, y más en estos tiempos de
crisis: con un poco de suerte el contenido mediático más burdo no tendrá
más cojones que ir mutando.
Aún así, la mayoría de mujeres "modernas"
lo intentan; ser mujeres sobresalientes en todo y, al no lograrlo, como es
lógico, el resultado es la frustración.
La frustración de ser humanas y no Diosas.
Nos consolamos con los media, como todo hijo de vecino. Y así, una y otra
vez.
El mito femenino, inherente a cada cultura, refleja la profundidad de
pensamiento de un pueblo, su capacidad para ahondar en los misterios y alabar
la vida. Cada una de sus representaciones existe en el subconsciente común de
cada civilización.
Entristece pensar que basamos nuestras promociones en una representación de
mujer pueril, artificial o decadente. Un mito basado en los miedos y los deseos
del "hombre", ése que tampoco existe, y que aniquila la esencia de
todo lo que representa lo femenino y su inabarcable mundo.
Quién sabe si baste con hacer la vista gorda, elegir entre las revistas y en la oferta en carteleras, cambiar de canal cuando empiecen los
anuncios y no fijarse demasiado en los carteles por la calle.